Páginas

miércoles, 28 de marzo de 2012

Nora Bruccoleri, el SUTE, la ética, y Cicerón.


Nora Bruccoleri es, ante todo, un ser humano como pocos. Revolucionaria mujer, esposa y madre; maestra dedicada a sus alumnos; gremialista intransigente ante el Poder; y, como si esto fuera poco, delicada poeta social.
Bruccoleri  se hizo carne de las palabras del poeta francés Antonin  Artaud, quien en su “Carta a los poderes”, exigió:
EL Deber del escritor y del poeta no es ir a encerrarse cobardemente en un texto, sino al contrario. Salir afuera. Para sacudir, para atacar al espíritu público. Si no, ¿para qué sirve? ¿y para qué nació?
Artaud, merced a su intransigencia ante la injusticia, terminó sus días en un manicomio; pero antes y después de él, también fueron silenciados otros grandes poetas sociales de la historia.
Federico García Lorca, fusilado en el barranco de Víznar, el 18 de agosto de 1936;
Miguel Hernández Gilabert, encarcelado hasta morir en el presidio de Alicante, el 28 de marzo de 1942;
Antonio Machado, muerto de tristeza en el destierro de Collioure, el 22 de febrero de 1939;
Antoine de Saint-Exupéry, derribado por un caza alemán frente a la costa de Marsella, el 31 de julio de 1944;
Benjamín Moloise, ejecutado en la horca en la cárcel de Pretoria, el 18 de octubre de 1985;
Y nuestro Francisco “Paco” Urondo, muerto en un operativo militar en la sufrida tierra mendocina, el 17 de junio de 1976.
Hoy, en los albores del 24 de marzo de 2012, Día de la Memoria, 36º aniversario de la más sangrienta dictadura militar que asoló nuestra tierra y destruyó a los mejores exponentes de su generación; la poeta, docente y gremialista Bruccoleri es, nuevamente, el blanco de la intolerancia y la represión.
Es claro; en pleno siglo XXI, está mal visto acallar a un poeta mediante las balas o la horca. Pero como algo hay que hacer para silenciar su voz, se apela a la intimidación judicial.
El brazo ejecutor del verdugo, en esta oportunidad, se encarna en el señor Javier Guevara, secretario del gremio docente SUTER.
Fue tradición, en los inicios del movimiento obrero argentino, resolver las diferencias entre compañeros, apelando a las asambleas masivas de trabajadores; pero Guevara, haciendo caso omiso de aquella noble regla ética, prefirió apelar al Poder Judicial, para silenciar a Nora Bruccoleri; y con ella, amedrentar a todo aquel que se atreviera a expresar libremente sus opiniones.
Guevara reproduce el comportamiento clásico de todo aquel personaje que retiene una cuota de poder, y que apela a los más innobles recursos para conservarlo; así como el célebre tribuno romano Lucius Sergius Catilina, cuyas maquinaciones fueron puestas al descubierto por Marco Tulio Cicerón en el año 64 a.c., y denunciadas ante el Senado, con las siguientes palabras de sus célebres Catilinarias:
Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?

Y que hoy, ante el caso Bruccoleri, ameritan ser parafraseadas de la siguiente manera:
¿Hasta cuándo seguirás abusando, Guevara, de la paciencia nuestra?
Horacio Ricardo Silva
Escritor – historiador
DNI 13.531.741

No hay comentarios:

Publicar un comentario